¿Andamos cortos de liderazgo?

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En las últimas semanas coinciden varios sucesos que llaman mi atención:Por un lado, el estudio de “Mercer Global talent trends” que viene a decir que las compañías declaran estar “desprovistas” de liderazgo.Por otro, el estudio de Linkedin, que dice que las empresas (Americanas) van a invertir un 27% en formación sobre ciertas materias en las que el liderazgo merece especial mención.Y ya, para rematar, en nGloba Strategy recibimos varias peticiones de grandes compañías para entrenar en liderazgo a sus equipos directivos.

Todo esto me lleva a plantearme la siguiente cuestión: ¿será cierto que no hay liderazgo en las empresas?

Aunque parto siempre de una visión positiva de las personas y de sus capacidades, cuando rememoro nuestra experiencia con las empresas en las que realizamos intervenciones, efectivamente constato que hay mucho jefe y poco líder.El entorno no nos lo pone fácil, la velocidad a la que se mueven los mercados y la tecnología, junto con  el exceso de información que nos llega de manera continua, nos someten a una presión en la cual no es fácil tomar decisiones y actuar.Las organizaciones tienen que mutar, ser más ágiles, más permeables al conocimiento externo y provocar que las personas interactúen más, de forma más eficiente, aportando valor al negocio y al cliente.Y partiendo de esa base, (que no es poco), se añaden nueva capas de perfeccionamiento: cada vez se hacen más necesarias organizaciones donde el talento pueda mostrarse y desarrollarse y  donde vida personal y trabajo se fundan adecuadamente.

Y es que, no creo que necesitemos más liderazgo ni un liderazgo más fuerte.

Lo que necesitamos es un nuevo estilo de líder. Uno más colaborativo, mucho más flexible, que posea conocimientos multifuncionales, más global, dotado con una buena red de contactos dentro y fuera de su organización y con capacidad para adaptar su estilo de dirección tanto a millenials como a profesionales más maduros.Un líder que se atreva más, que esté dispuesto a transformarse en primer lugar para, a continuación, ser impulsor del cambio  en sus equipos y organizaciones.En definitiva, un líder con principios claros, coherente con sus actos… que sea capaz de cuestionarse y sufrir, (sí, sufrir), el proceso de su propia transformación para llevar a sus equipos a un nuevo paradigma.

Solo así, haciéndose cargo de su propio proceso de cambio, será capaz de inspirar al resto de su gente,  haciendo del nuevo estilo de liderazgo un proceso colectivo que se propague y contagie de forma viral hasta que forme parte de la cultura de la totalidad de la organización y la capacite para encarar de una forma mucho más ágil el futuro.

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